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Muy cerca de Tarifa, en la zona norte del Parque Natural del Estrecho, la Sierra de la Plata ofrece una de las mejores y más variadas vistas de todo el Estrecho. La transición desde sus playas vírgenes, dunas y pinares, hasta los alcornocales y acantilados de montaña con vistas a la costa africana, crean un paisaje único. Éstos acantilados albergan una buena población de buitre leonado y de especies tan interesantes como el roquero solitario o el cada vez más amenazado alimoche.
Los pájaros carpinteros son algunos de los habitantes más interesantes de este bosque, de hecho, éste es el hábitat perfecto para el pito real ibérico (Picus sharpei), el cual ha sido reconocido recientemente como un endemismo ibérico, y cuyo singular reclamo podremos oír en esta zona. En términos botánicos, los bordes de la duna son especialmente ricos ya que presentan una notable comunidad compuesta de enebro marítimo, la parásita jopo (Orobanche densiflora) y la retama, en donde es muy probable que podamos encontrar al camuflado camaleón. Al final del verano, podremos observar como los enormes bandos de cigüeñas blancas cruzan por aquí en su migración al continente africano, tapando por momentos el sol a su paso.
Durante los fuertes vientos de levante, en primavera cientos de milanos negros, águilas calzadas, águilas culebreras y halcones abejeros llegan a Europa sobre el cielo de Bolonia justo después de haber cruzado el Estrecho desde sus cuarteles de invernada. No muy lejos de aquí hay una zona de arbustos en las que en función de la época podremos ver collalba rubia, alcaudón común, zarcero común y al escaso alzacola.
La Sierra de la Plata es conocida por muchos ornitólogos europeos ya que es un buen lugar para la observación del vencejo cafre y fue zona de reproducción del vencejo moro, curiosamente en la también llamada Cueva del Moro.
En este magnífico enclave próximo a la playa, merece la pena visitar la bien conservada ciudad romana de Baelo Claudia, construida en el siglo I a.C. El caminar a través de sus columnas, acueductos y el anfiteatro, todo ello rodeado de un inigualable paisaje natural, es realmente sobrecogedor. En su interior además, son habituales aves como las currucas cabecinegras y reptiles como los lagartos ocelados que asoman de sus madrigueras para tomar sol.